El camino del diablo

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Imágenes: Cortesía Star Castle

Esperando recuperar su matrimonio, Raúl (Gustavo Salmerón) se aleja de la ciudad con su familia para pasar una navidad sin igual, pero vaya experiencia infernal que está por vivir en “El camino del diablo”.

 

La película toca, en su temática más sombría, un contexto psicológico en donde los personajes interactúan con diferentes estados de la psique; es decir, la mente jugará un papel importante dentro de la misma, cambiará o reafirmara las experiencias de los personajes con diferentes estados de su tiempo. Sin embargo, lo que están por vivir más que unir a su familia terminará por desintegrarla.

 

¿Es la realidad acaso la esperanza de un sueño? Pareciera ser que, con la intención de querer terminar con la monotonía de la vida, se puede incluso caer más profundo, dando como resultado una experiencia cíclica que será la condena que el demonio asigna a quien es víctima de sus engaños.

 

Raúl es el ejemplo perfecto de lo que una serie de sentimientos encontrados, así como desequilibrio y pretensión sin sentido, presenta para recuperar lo que, a final de cuentas, se cuestiona, pues no es más que un ser atrapado dentro del ciclo eterno que está por descubrir. Verdugo o víctima, lo cierto es que Raúl es la muestra perfecta de que se puede estar en ambas situaciones a la vez y no tolerar ninguna.

 

Depresión, soledad, tristeza, mentira y pánico es lo que viven nuestros personajes en lo que se presenta como un historia sin fin donde los asesinatos y el suicidio están presentes, la estrepitosa senda de los recuerdos será tan abrumadora que jamás se podrá descansar del desconsuelo y la culpabilidad por intentar cambiar un presente.

 

Definitivamente, aunque la historia pareciera verse lenta, cada detalle presente en la misma es extremadamente puntual y necesario para entender tan ingenioso y caótico desenlace por lo que no estaría de más el estar muy atento a la aparición de los personajes y a los elementos constantes dentro de la historia, pues la paranoia de un ser no debe tomarse a la ligera y mucho menos los detonantes de la misma.