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“Código Negro” nos sumerge en un mundo de espionaje en donde la intriga y traición se mantienen latentes, y en el que un agente debe decidir entre la lealtad a su esposa y a su país. La película busca ofrecer una experiencia elegante y sofisticada, pero se ve obstaculizada por una fotografía pretenciosa y un guion irregular.

Una propuesta de espionaje con estilo, pero sin profundidad

Comúnmente, cuando pensamos en una película de espionaje, de inmediato llegan a la mente producciones de acción; sin embargo, “Código Negro” busca reinventar el género con un enfoque en el que la estética y la atmósfera predominan. Es por ello, que el filme busca centrarse en una narrativa mucho más profunda en donde la intriga sea el hilo conductor; sin embargo, se vuelve tan densa que da como resultado un desarrollo confuso con un ritmo lento que, ocasionalmente, pone en riesgo la atención del espectador.

En su inicio, el filme busca remarcar la tensión de los agentes en su profesión, así como en sus relaciones familiares a través de una larga e ineficiente secuencia que dificulta que el espectador conecte con los personajes. Durante todo este tiempo, la construcción emocional es débil y las motivaciones de estos personajes quedan vagas. Esto provoca que los momentos diseñados para impactar se perciban carentes de fuerza, sobre todo rumbo al desenlace.

Intriga política con poco impacto

“Código Negro” nos presenta a Kathryn St. Jean (Cate Blanchett) y a George Woodhouse (Michael Fassbender), quienes forman una aparentemente feliz pareja de agentes. Sin embargo, las cosas se tensan cuando George comienza a dudar sobre algunas acciones de su esposa y ella es acusada de traicionar a su país, poniéndolo a él en la disyuntiva de elegir entre su lealtad matrimonial y su deber patriótico. Ciertamente, la premisa promete un drama intenso y lleno de dilemas morales; no obstante, el guion se pierde en divagaciones y escenas innecesarias que ralentizan el ritmo.

El destacado Michael Fassbender encabeza el elenco junto a la reconocida Cate Blanchett y al talentoso Gustaf Skarsgård; sin embargo, no logran brillar tanto como sabemos que pueden hacerlo debido a un guion que carece de la tensión necesaria para mantenerse en la memoria del público volviéndose inconsistente, por momentos. Las demás actuaciones carecen del impacto que busca la trama, mucho debido a una dirección condescendiente que parece más preocupada por lo estético que por la narrativa. Todo esto lleva a una desconexión emocional que se recupera tibiamente durante el clímax al recurrir a un importante giro narrativo que, sin embargo, llega demasiado tarde.

Estilo sobre sustancia

La fotografía, aunque visualmente llamativa, resulta ser uno de los puntos más controvertidos de la película. El uso excesivo de contraluces y siluetas crea una estética sucia y distrae de la narrativa. Las pantallas de fondo, que reflejan la luz de manera incómoda, y la irregular corrección de color comprometen constantemente la experiencia visual en lugar de mejorarla. Esto cobra mucha relevancia dado que la película parece apostar a gritos por esta técnica. A su vez, la música no logra integrarse orgánicamente con las acciones en pantalla.

“Código Negro” tenía el potencial para ser un thriller de espionaje memorable al combinar el drama político con una estética visual arriesgada, pero se queda corta en desarrollo narrativo y profundidad emocional. La producción es técnicamente competente, pero peca de enfocarse excesivamente en la estética con una fotografía que busca destacar, pero que termina por eclipsar la sustancia de la historia. Lo que podría haber sido un thriller tenso y absorbente se convierte en una experiencia irregular debido a un guion poco definido y una ejecución visual que, aunque estilizada, termina comprometiendo la propuesta.

Detalles de Código Negro

Trailer de Código Negro