Imágenes: Cortesía Sony Music
Más que una “canción del verano”, “Yate” de C. Tanaga es una canción sobre el verano. Un elogio a la escapada, una celebración de la vida fácil, una recompensa estival a todo un año duro remando en el día a día.
Tangana nos invita a la desconexión, a olvidar contraseñas y al out of the office con una rumba-pop que homenajea explícitamente al clásico “Vete” de Los Amaya. De nuevo, la tradición para Pucho es modernidad. Como en “El Madrileño”, el respeto, conocimiento y reconocimiento de las músicas del pasado que alimentan su creatividad es muy alto. Y también como en “El Madrileño”, la energía transformadora que conjuga ese legado en presente convierte “Yate” en un equivalente en formato de canción pop de los podcasts actuales de ASMR: es esta una canción-consejo que nos convida a fabular e imaginarnos a nosotros mismos en otros contextos, mucho mejores que el de nuestra gris realidad. Música que abre todos nuestros poros, que nos agudiza los sentidos y que nos ayuda a comprender que el sentido de la vida, paradójicamente, consiste en no preguntarse demasiado por el sentido de la vida.
“Tras el gran éxito de 'El Madrileño', no tenía ni idea de cuál sería el siguiente paso creativo. Mientras estaba de vacaciones y mirando el mar turquesa, comencé a pensar en un viaje por el Mediterráneo: el sur de Francia, Italia, Córcega. ¿Cómo sonaría la música para yates de ‘El Madrileño’? Me sumergí en la música española de los 70 que incorporaba arreglos sofisticados y llenos de soul. La letra refleja mi eterno deseo de escapar del pasado, de empezar de nuevo, es ese mismo pulso el que me hizo seguir cambiando de aka (Crema, C. Tangana, El Madrileño, etc.) Quería hacer una canción alegre que pusiera a la gente de buen humor después de un año tan difícil”, dice C. Tangana.
Sensorial, hedonista y con esa estela de melancolía que dejan tras de sí todas las canciones de C. Tangana, “Yate” - co- producida por sus colaboradores habituales Alizzz y Víctor Martinez - es un brindis (con champán helado, por supuesto) por el dolce far niente de un músico que, precisamente y felizmente, no sabe estar sin hacer nada.