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El “Dào Dé Jīng”, cuya autoría se atribuye a Laozi, es un texto clásico chino sagrado escrito en chino clásico lleno de sabiduría que da origen al taoísmo y a mucha de la orientación del pensamiento chino.
Lao-Tse es el autor de los pergaminos del que se ha convertido en tema de estudio espiritual que hace referencia al camino interior de contacto y plenitud con la totalidad de la existencia al conocer y abrirse al entendimiento que viene de superar el ego y la mente para fluir con la energía natural de la existencia en toda condición, momento y situación de la vida.
La obra, tal y como se le conoce en la actualidad, se suele dividir en dos partes conocidas como el “Libro del Tao”, que comprende desde el capítulo 1 al 37, y el “Libro del Te”, desde el capítulo 38 al 81 expresadas en un lenguaje principalmente negativo y paradójico pues se requiere ir al fondo de la negación y la paradoja para descubrir lo positivo. Por eso, el “Tao Te Ching” previene al lector para que no se desvíe afirmando que: “Las palabras de la Verdad son paradójicas”.
En el planteamiento taoísta no existe un gobierno perfecto, y todo sistema de gobierno es imperfecto precisamente por ser un sistema humano ya que el hombre confunde la perfección con la comprensión, y considera imperfecto, ilógico y sin valor aquello que escapa a su comprensión y sistematización; sin embargo, lo perfecto es aquello que tiene su propio orden interno, pero que se resiste a ser ordenado y clasificado en cualquiera de los sistemas humanos.
Cuando el hombre quiere apoderarse, dominar y sistematizar algo vital, esto se hace lógico, comprensible y aceptable, y en ese instante lo convierte en algo muerto y deja de estar en el dinamismo propio de la vida. El taoísmo hace crítica de ello y busca liberar al hombre de su afán por dominar la vida con la razón, y avisa al jefe para que no gobierne dominado por su propio sistema, sea el que sea.
Un principio fundamental es el de la no acción, que señala un tipo de acción que abarca a la vez el concepto de acción y de no-acción lo que no significa no actuar, sino no interferir, no manipular, no combatir, ceder, armonizar, controlar la mente, saber ver en lo profundo y actuar siguiendo la ley interna propia de cada ser en un determinado momento, fluyendo de manera libre y sin conceptos rígidos con y en la vida.
En un sentido taoísta, la no acción es la Suprema Acción, por eso el taoísmo tiene como símbolo básico el agua, que fluye aceptando y adaptándose a las exigencias del terreno, ya saltando en cascada, ya corriendo en pendiente, ya serpenteando perezosa o en un remanso quietamente en el llano pero siempre libre, activa, adaptativamente y sin modelos prefijados de cómo debería ser o comportarse, su movilidad y adaptabilidad la hace en esencia como la corriente de vida, natural, perfecta y suprema.