Imágenes: Cortesía Karen Almond | Met Opera
La ópera “Fidelio”, junto a “Appassionata” y la “Sinfonía Heroica”, fueron obras escritas por Beethoven cuando su sordera ya era muy pronunciada. Ahora se presenta en el Met de Nueva York, transmitido en el Auditorio Nacional.
“Fidelio o el amor conyugal” es el segundo título de “Fidelio”, única obra operística escrita por el gran compositor alemán Ludwig van Beethoven, estrenada en el Theater an der Wien de Viena el 20 de noviembre de 1805. Es una ópera en dos actos con libreto en alemán de Joseph Sonnleithner y revisado por Georg Friedrich Treitsche, basado en el drama “Léonore ou l’amour conjugal” (“Leonore o El amor conyugal”) de Jean Nicolas Bouilly.
La soprano noruega Lise Davidsen regresa al Metropolitan Opera como Leonore, la fiel esposa que arriesga todo para salvar a su esposo de las garras de la tiranía en Fidelio, en donde hay un distinguido elenco conformado por el tenor británico David Butt Philip como el prisionero político Florestan, el bajo-barítono polaco Tomasz Konieczny como el villano Don Pizarro, el veterano bajo alemán René Pape como el carcelero Rocco, la soprano china Ying Fang y el tenor alemán Magnus Dietrich como los jóvenes Marzelline y Jaquino; así como el bajo danés Stephen Milling, en el papel de Don Fernando, ministro del rey.
Susanna Mälkki dirigió la función del 15 de marzo, que fue transmitida en vivo desde el escenario del Met a cines de todo el mundo y al Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Esta transmisión en vivo marca la primera presentación de la ópera de Beethoven en los 19 años de historia de la serie Live in HD (conocida en México como “En vivo desde el Met de Nueva York”). La partitura emplea un uso poderoso e innovador (en su momento) de la orquesta, así como evocadoras secciones corales dignas del compositor de obras tan notables como la “Missa Solemnis” y la exaltante “Oda a la Alegría”.
La puesta en escena de Jürgen Flimm propone un toque teatral especial al ubicar estratégicamente el coro cerca del frente del escenario, sin interferir con los cantantes principales. Flimm actualiza la ambientación original de la España del siglo XVIII a una nación moderna y no especificada, caracterizada por una tensa coexistencia entre el poder civil y el militar. Esta decisión subraya la vigencia del mensaje de la ópera, conectando su tema de libertad y justicia con contextos contemporáneos, una lucha que siempre llevó a cabo Beethoven al intentar exaltar al hombre e invitarle a vivir bajo los más altos ideales.
Beethoven dijo alguna vez: “Mi ‘Fidelio’ no fue entendido por el público, pero sé que a la larga será valorado. Sin embargo, aunque sé cuál es el valor de ‘Fidelio’, también sé que la sinfonía es mi verdadero elemento”. Esto en una manera nostálgica en que describe lo que aún hoy día ocurre, que el ser humano continúa siendo miope y sordo, aunque vea y escuche, pues no logra percibir la tremenda lección de exaltación de la libertad que en el hombre existe, y que el compositor va describiendo y con la que envuelve al ser humano para intentar hacerle ver que puede vivir en hermandad y completa libertad, pero, sobre todo, que en esa búsqueda está la verdadera y última gran dicha.
En el primer acto se nos sitúa en la España del siglo XVIII, en una prisión, donde Marzelline, hija del carcelero Rocco, rechaza las atenciones del asistente de su padre, Jaquino, que anhela casarse con ella. En cambio, su corazón está puesto en el nuevo chico de los recados, Fidelio. Este último, un muchacho trabajador, encargado de las provisiones y los despachos, quien está angustiado por el interés de Marzelline por él, sobre todo porque cuenta con la bendición de Rocco. Pero Fidelio es en realidad Leonore, una noble que ha llegado a la cárcel disfrazada de hombre para encontrar a su marido, Florestan, un preso político que languidece en algún lugar encadenado.
Cuando Rocco menciona a un hombre que yace al borde de la muerte en las bóvedas de abajo, Leonore, sospechando que podría ser Florestan, le ruega a Rocco que la lleve a sus rondas. Él está de acuerdo, aunque el gobernador de la prisión, Don Pizarro, sólo permite que Rocco entre a los niveles inferiores del calabozo.
Mientras los soldados se reúnen en el patio, Pizarro se entera que Don Fernando, ministro de Estado, está en camino a inspeccionar la fortaleza. Ante esta noticia, el gobernador decide matar sin demora a Florestan, su enemigo, y ordena a Rocco cavar una tumba para la víctima en el calabozo. Leonore, al escuchar su plan, se da cuenta de la naturaleza malvada de Pizarro y de la difícil situación de su víctima. Después de rezar para contar con la fuerza para salvar a su marido y mantener la esperanza, le ruega nuevamente a Rocco que le permita acompañarlo a la celda del condenado y también que permita a los demás prisioneros unos momentos de aire en el patio.
Los hombres, jadeantes, disfrutan de su vislumbre de libertad, pero Pizarro les ordena regresar y apura a Rocco para que cave la tumba de Florestan. Con aprensión, Leonore lo sigue al calabozo. Y es justamente en esta escena donde Beethoven nos regala un espléndido momento musical a cargo del coro de hombres (los reos) que con pesadumbre, tristeza y desgano añoran la libertad y disfrutan de un rayo de luz mientras la música permite al público sentir las rejas de las prisiones invisibles que mantienen al hombre doblegado y maltrecho en sus propias vidas con sus propias cárceles bajo el yugo de sus propios gobiernos. Pero al final de la ópera, el amor triunfa, junto a la fidelidad y la confianza, devolviendo la libertad tan deseada.