Imágenes: Cortesía Jonathan-Tichler | Met Opera
La ópera bufa más amada de todos los tiempos, “El barbero de Sevilla” llega al Met de Nueva York con una transmisión en vivo en el Auditorio Nacional.
Rossini, el máximo exponente compositor de óperas de todos los tiempos nos entrega en “El Barbero de Sevilla” una continuidad dramática, con lo que captura nuestra atención de principio a fin en una obra en la que hay arias y recitativos, dúos y tríos, pero no en la forma convencional, sino que cada participación está justificada por la acción y el sentido dramático, sin que por ello se requiera hacer pausas o silencios para presentar algún solo de voz. Rossini conduce musicalmente cada participación a través de un continuo musical y de la justificación escénica para dar realce a la historia sin perder de vista lo que la gente quiere escuchar y ver.
Lo anterior nos genera una ilusión auditiva de secuencia consecutiva, sumado, además, con el uso de mucha energía alucinante a través de la rítmica musical y el manejo del volumen orquestal para generar hiperactividad, frenesí y manía. Por eso es por lo que en esta obra escuchamos un vertiginoso ritmo febril que avanza en los crescendos rossinianos, ritmos que se hacen sonar fuertemente, acelerados y con mayor presencia instrumental. No necesita aumentar la velocidad, sino que genera esta ilusión de frenesí a través de la subdivisión rítmica para dar sensación de aceleración que tanto termina por gustar al público.
“El caos genera claridad” es un concepto que conoce muy bien Rossini para llevar al clímax auditivo de melodía en melodía mientras aparecen los concertantes, dentro de un maravilloso caos con crescendos y una mezcla de dúos, tríos, sextetos y solistas que, en su complejidad, dejan absorto a cualquiera. Pero, a su vez, se perciben con tanta simplicidad dentro de lo escénico, que da la sensación de continuidad y de frescura cotidiana, propiciando que el público logre adentrarse en la escena, perdiendo de vista su realidad circundante y quedando atrapado por la sátira del romance que no termina por consolidarse a causa de un tercero en discordia.
Vemos la Scena y el Aria (concepto que alude a que la escena sea una aria o a que la aria funcione como una escena) en donde Rosina, interpretada por Aigul Akhmetshina, mezzosoprano de Kirgiz-Miyaki, Rusia, nos regala un par de excepcionales solos, junto a Don Bártolo a cargo de Peter Kálmán, bajo-barítono de Budapest, Hungría y a sus compañeros Andrey Zhilikhovsky, barítono (Fígaro) y a Jack Swanson, tenor como el Conde de Almaviva nos presentan momentos sumamente cómicos dentro de canciones sumamente melódicas y rítmicas que muchos han escuchado hasta en dibujos animados y que siempre sirven como momentos divertidos y absurdos.
El mismo Rossini pensaba que “no hay nada más serio que una comedia”, idea que lo llevó a desarrollar y a encumbrar lo que ahora se conoce como Bel canto, una manera única y específica de composición para solistas operísticos. En “El Barbero de Sevilla” expande y saca el mayor provecho de esta forma tan inteligente de componer y de desarrollar la escena dramática con clásicas Cavatinas y Cavaletas sin perder ni un momento el sentido de la comedia, atrapando a sus oyentes con ritmos frenéticos y melodías pegajosas que serán siempre un tesoro musical atemporal.
“El barbero de Sevilla” versa sobre una serie de enredos que deben pasar dos jóvenes para encontrarse e intercambiar votos de amor. Todo se desarrolla en medio de un gran ingenio y mucha picardía, sobre todo de Fígaro, un Don Juan multiusos, que ayuda a que estos dos tórtolos logren vencer al tutor de la doncella, a quien no le queda más remedio que renunciar a sus intentos de conquista y ceder a los deseos amorosos del conde y la joven.
Esta obra sirvió como gran cierre de temporada del Met de Nueva York 2025, dejando un excelente sentimiento de satisfacción y con entusiasmo entre los asistentes para esperar la próxima temporada y deleitarse con obras maestras del ámbito operístico.