Imágenes: Erick Moreno
México y el mundo entero celebran los 200 años del estreno de la Novena Sinfonía con un magno concierto, que en México sería cede el Auditorio Nacional donde hubo cupo lleno la noche del martes 7 de mayo.
Con enorme convocatoria se llevó a cabo el concierto del 200 aniversario del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven, principalmente acudieron personas adultas que gustan del género musical orquestal, y que se dieron cita muy temprano para deleitarse con este magno concierto, en el que además se tuvo apertura y consideración con 25 personas impedidas del oído a quienes se les colocó chalecos especiales para sentir las vibraciones sonoras de la orquesta.
El concierto inició a las 20:45 horas con la “Obertura Egmont”, compuesta por Beethoven entre octubre de 1809 y junio de 1810 y que forma parte de la ópera del mismo nombre de Johann Wolfgang von Goeth. Esta continúa siendo de las obras más reconocidas del autor; en este concierto la atención fue total y los aplausos no se hicieron esperar, dando tiempo para que el director secara el sudor de su frente debido a las luces del escenario mientras el público ovacionaba dando la perfecta excusa para ir saboreando lo que nos tenía preparado el director sobre la música del compositor alemán.
“Las Danzas Polovtsianas” o “Danzas de los Pólovtsy” es el fragmento más conocido de la ópera “El Príncipe Igor” de Aleksandr Borodín, estrenada en 1890. En este concierto fue la segunda pieza en ser interpretada como una pieza independiente, siendo una de las obras más populares del repertorio clásico y un gran ejemplo de música coral. Se eligió como parte del concierto conmemorativo para dar cierre a la primera mitad del concierto antes del intermedio, mismo en el que hizo su aparición el gran Beethoven, representado por un actor que se paseaba en el escenario alrededor de su mesa de escritorio anotando sus ideas musicales que después se convertirían en la enorme y colosal sinfonía que es hoy día, insuperable.
Desde luego que en la primera parte del concierto se pudo disfrutar del solo de clarinete en las Danzas Polovtsianas, con bella y armoniosa melodía que se entreteje junto a la dulce voz de las coristas, jugueteando con la sonoridad del pandero en contra punto con los metales y el estridente sonido de las percusiones en un episodio musical que ya tenía cautivo a todo el Auditorio Nacional, cuyo público permaneció atento en cada obra y eufórico al propiciar ráfagas de aplausos continuos entre cada interpretación.
El director Rodrigo Macías, al hablar sobre el propósito de deleitarse con esta majestuosa obra musical, pidió al público que recapaciten sobre las maneras de vivir y exhortó a comportarse con mayor tolerancia, bondad, paz, equilibrio y verdadera humanidad, pues es justamente éste el mensaje que trae consigo la Novena Sinfonía y especialmente el cuarto movimiento, también conocido como “Himno a la Alegría”.
El Auditorio Nacional abrigó un engranaje orquestal y coral que fueron los acompañantes de Angelica Alejandre (soprano), Alejandra Gómez (mezzosoprano), Rodrigo Garciarrollo (tenor) y Tomás Castellanos (Barítono), solistas que interpretaron la Oda a la Alegría en el acto final, ovacionado por el público de pie durante varios minutos en los que tuvieron que salir repetidas veces junto al director a recibir el reconocimiento; seguramente algo similar a la que recibió el autor en su estreno hace ya 200 años.
La sinfonía n. 9 en re menor, Op. 125. De Beethoven se compone de cuatro movimientos, siendo el último, el coral. “I Allegro ma non troppo”, un poco maestoso ofrece una dinámica muy ágil y con sonoridad contundente al ser muy alegre y lleno de vitalidad al exaltar la festividad partiendo del unísono y del toque de percusiones unida a la sección de metales que impactan por su fuerza y ataque, como por los acordes que generan, despertando inmediatamente el interés del espectador y llevándolo a atender lo que va ocurriendo a lo largo del discurso melódico.
“II Molto vivace-Presto” es un movimiento lleno de gracia y de un sentido descriptivo en el que se puede entender la sensación imaginativa de un puñado de hombres que sale una mañana de cacería acompañado de los mejores cazadores, sus armas listas y sus perros de caza, caminando largas extensiones boscosas para encontrar a la presa. Musicalmente, Beethoven nos hace sentir los momentos de excitación del cazador, los momentos de cautela, la caminata, y desde luego los terribles disparos que llegan a ser mortales para la pobre presa, así como los disparos que se escuchan a la lejanía ocasionados por otro grupo de cazadores a la distancia. Llena de musicalidad y alegría.
“III Adagio molto e cantabile-andante moderato” es el movimiento previo a la explosión del coral y el tutti orquestal, y es el más delicado, suave y sublime de los cuatro movimientos que conforman la novena sinfonía. Llena de dulzura y espiritualidad es una pieza que sublima al espectador y lo hace sentir cerca de Dios, extendiendo la mano para alcanzarlo, como en la pintura de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Con dulces melodías que se entretejen sin la presencia de los sonidos graves, dando una sensación de flotar o volar entre nubes, nada mejor para preparar al espectador a que escuche el tremendo mensaje del coral y los solistas en el IV Presto - “O’ Freunde, nicht diese Tone” (Ode to Joy) con la que cierra la obra.